EL RENOVARSE ES UN TRABAJO DIARIO
Además de la experiencia inicial de haber aceptado al Señor JESUCRISTO, como nuestro Señor y Salvador, para mantener una vida pura, debemos, diariamente, por el Espíritu Santo, librarnos de todas las cosas ambientales que pueden entrar y contaminar nuestra nueva naturaleza en Cristo.
Debemos evitar entrar en la comodidad de que nuestra vida dependa únicamente de la asistencia a cultos, reuniones, convenciones, campañas… En un ocasión en una reunión con mucha Presencia del Señor, a la que llegué realmente cargado y ya casi sin fuerzas, desgastado en mi servicio a Dios, mientras le alabábamos, le pedí que me renovara, a lo que Él me hizo recordar el pasaje que decía que mi renovación espiritual no debe realizarse solamente en las actividades de iglesia, sino que ésta debe hacerse de “día en día”
“Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día” (2 Corintios 4:16).
La vida cristiana necesita ser renovada diariamente. La entrega del corazón en una determinada noche, la alegría de un tiempo de oración, un derramar el alma en una reunión especial, una participación total en un Congreso de Evangelización, un fin de semana en un Retiro Espiritual, y cosas semejantes, son eventos que edifican y bendicen nuestras vidas con Dios, pero no pueden ser las únicas experiencias en nuestro caminar con Cristo.
El cuerpo humano se alimenta diariamente con un mínimo de tres comidas diarias y se hidrata con agua, cada vez que la necesita, en esas comidas el cuerpo se abastece de proteínas, hidratos de carbono, vitaminas, que producen defensas contra las enfermedades que se pueden adquirir en el medio ambiente contaminado, donde vivimos. Nuestro cuerpo no puede depender únicamente de las comidas, en los cumpleaños, aniversarios, comidas semanales familiares, fraternales, sino que cada día nuestro organismo natural necesita comer para poder sobrevivir, para evitar contaminaciones víricas, desánimo, anemia, que impidan que podamos seguir caminando. Lo mismo ocurre con nuestra parte espiritual, pues fuimos creados con cuerpo, alma y espíritu, y si no alimentamos e hidratamos nuestro espíritu desfalleceremos, quedaremos sin fuerzas, estaremos mas propensos a adquirir enfermedades como la desesperación, la desconfianza, la incredulidad, la ansiedad, la depresión, porque como dijo el Señor “No solo de pan vivirá el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios, vivirá el hombre” Deuteronomio 8:3
El evangelio de San Juan capítulo 6, verso 35, refleja lo que dijo Jesucristo: “Yo soy el PAN de vida, el que a mí viene nunca tendrá hambre; y el que en mí cree no tendrá sed jamás”
Nuestra vida cristiana depende de una relación íntima y diaria con el Señor, de una busca incesante de poder y gracia, de un hablar y oír a Dios en cualquier situación, no depende solamente por pertenecer a una iglesia o movimiento religioso.
Pr. José Gilabert – España