NO TENGO NADA…
Generalmente cuando nos enfrentamos a la situación de tener que dar algo, rápidamente pensamos en el dinero. Como si fuera lo único que podemos dar…
Si verdaderamente careciéramos de dinero para dar como una ofrenda, por ejemplo o como una ayuda, nos quedamos un poco frustrados, porque a pesar de nuestras buenas intenciones no tenemos la posibilidad de materializarlas.
Por qué siempre pensamos en el dinero en el momento de ayudar?
Quizás porque es la forma más práctica y directa de expresar nuestra voluntad de participar de un acto generoso.
La formulación es muy simple: Si no tengo dinero, no puedo dar nada. Sin embargo en la Palabra de Dios tenemos una enseñanza específica muy aplicable a esta cuestión.
Es importante recalcar que la enseñanza la tenemos en la Biblia, para que comprendamos acabadamente la necesidad que tenemos de conocer los fundamentos de nuestra fe y el Libro que los contiene.
Muchas veces obraríamos de una manera diferente si fuéramos conocedores de la Palabra y si tuviéramos la decisión de aplicar en nuestra vida, lo que se nos revela como conocimiento de Dios para los hombres.
Recordamos el momento en que Pedro acompañado por Juan entraba sobre las tres de la tarde al Templo para participar del tiempo de oración, en la hora novena.
Un hombre cojo de nacimiento les pidió limosna y Pedro le dijo que no tenía nada para darle, refiriéndose al dinero. Pero luego le dio de lo que tenía.
Y que tenía Pedro?
Pedro tenía el Poder que había recibido de Jesús para que en su Santo Nombre pudieran ser sanados los enfermos. Y ese paralítico de nacimiento, estaba recibiendo por Gracia lo que Pedro había recibido por su fe en Cristo.
Esta es la gran enseñanza que debemos de tener en cuenta cada vez que tengamos que dar algo, porque está en nuestro corazón hacerlo. No hace falta pensar solamente en el dinero.
Tenemos el mismo poder que recibió Pedro, con la gran diferencia que el discípulo no tuvo miedo ni vergüenza de hacer uso de ese poder delegado.
Decimos miedo por no saber los resultados que podría tener su gesto y vergüenza para obrar en público con la firmeza que requería el momento.
Cuántos cojos podrían haber vuelto a andar si hubiéramos obrado como Pedro?
Aprendamos esta lección que Pedro puso en práctica en circunstancias especialmente difíciles para los seguidores de Jesús. Esos tiempos seguramente fueron más complicados que los nuestros.
No obstante cuando llegue el momento obremos con la misma firmeza de Pedro, como está recogido en el Libro de los Hechos, en el capítulo 3 a partir del versículo 4…
No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda!
Hagamos como Pedro, cuando llegue la hora obremos con su misma FE.
Diego Acosta – Alemania