HEME AQUÍ
Hoy iniciamos un nuevo año y como tantos otros, lo recibimos entusiasmados pensando en cuántas cosas podremos hacer a lo largo de los próximos 364 días.
Este impulso tan promisorio nos dura pocas horas, las suficientes para recordar que lo mismo nos ocurrió el año pasado en este mismo día.
Es en ese momento cuando intentamos hacer lo que el mundo llama autocrítica y que nosotros deseamos llamar reflexión.
La autocrítica lleva implícita una acusación por todo lo que debimos hacer y no hicimos. Por eso muchas veces hasta llegamos a destruirnos nosotros mismos, considerándonos entre los peores.
Y que conclusiones podemos sacar de una autocrítica?
Los resultados pueden ser tan negativos que podremos caer fácilmente en el desaliento, en la desilusión y lo que es peor en la inoperancia.
A qué nos debe llevar la reflexión?
A considerar con la máxima objetividad todo lo que hicimos, lo que fue bueno y lo que fue malo. Pero debemos ser conscientes que ya no es tiempo de engrandecernos con lo bueno, ni de frustrarnos con lo malo.
Por qué razón?
Porque estamos hablando del pasado y el pasado es irreversible, tanto para lo que resultó promisorio como para lo que fue negativo.
Sí en cambio, podemos sacar conclusiones acerca de nuestros logros y como los conseguimos y también acerca de nuestros fracasos y sus razones.
En otras palabras: Mirando serenamente el pasado podremos aprender tanto de lo que resultó positivo como de lo que nos gustaría olvidar.
Con esas enseñanzas podremos enfrentar el nuevo año, sin ninguna alegría desmesurada y también con la serenidad de no arrastrar ninguna experiencia que nos haya resultado penosa.
Podremos pensar que en este nuevo año deberemos poner el máximo rigor en todo lo que nos propongamos hacer, sin caer en la fantasía incumplible ni en el fatalismo improductivo.
Si obramos de esta manera advertiremos algo muy importante: Que el Señor siempre estuvo a nuestro lado. Que nunca nos abandonó y que siempre nos siempre nos perdonó cuando nos arrepentimos.
Con esa confianza, debemos recordar la enseñanza bíblica: Los buenos deseos del Señor hacia nosotros!
Por esa razón, en este día digamos sencillamente como Samuel: Heme aquí!, como está recogido en el Libro del propio profeta, en 1 S 3:5.
Diego Acosta – Alemania