LA BIBLIA… EL REFUGIO
En el Quinto Libro de la Torá, que por error llamamos Deuteronomio, cuyo nombre es Devarim o LAS PALABRAS, se hace referencia a las denominadas Ciudades Refugio.
Que representaban las Ciudades Refugio?
El lugar a donde podían dirigirse los homicidas que habían matado a otro hombre sin tener enemistad con él anteriormente. En estos casos específicos, el homicida no podía ser condenado a muerte.
Es evidente que nos encontramos frente a normas que a más de 3.500 años de haber sido dictadas nos resultan de difícil entendimiento.
Sin embargo el concepto de CIUDADES REFUGIOS, lo podríamos aplicar de otra manera para otras circunstancias personales.
Esta es la enseñanza que encontramos en Deuteronomio o PALABRAS, en el Capítulo 19 versículos 5 y 6.
Imaginemos que nos sentimos acosados, enjuiciados, calumniados por ser acusados de cosas que no hicimos y que si las hubiéramos hecho, tendrían un propósito diferente al de las acusaciones.
En esos casos estaríamos indefensos ante el acoso de los hombres y de su justicia. Es evidente que nos estamos refiriendo no a hechos materiales, pero sí a hechos que tienen su devenir en la esfera espiritual.
Como haríamos para soportar esta situación?
Podríamos decir que tenemos el recurso de acudir a la Ciudad Refugio permanente, es decir podríamos recurrir a la Biblia.
Por qué la Biblia obraría como una Ciudad Refugio?
Porque ante ella no valen las acusaciones de los hombres sino el Juicio de Dios!
Nadie nos podrá acusar de nada que no esté sujeto a las normas del Todopoderoso. Y aunque los hombres nos reclamen a través de los principios de su justicia, perfectible como todo lo que concierne a los hombres, podremos sentirnos seguros en la confianza de que estamos bajo el cuidado del Dios Supremo.
Esto significa que no debemos intentar reparar por nosotros mismos cualquier situación que se haya planteado y por la que somos acusados. No está en nosotros decidir nada y mucho menos obrar en ningún sentido.
Solamente debemos confiar en que la Palabra de Dios obra como un Refugio para nuestra vida, un bálsamo para las aflicciones de nuestro espíritu y como la garantía de que tendremos un Juicio verdaderamente Justo.
En la hora de la angustia y el sufrimiento no olvidemos que así como las Ciudades Refugio guardaron a los hombres injustamente acusados de homicidio, siempre la Biblia nos guardará también de esa clase de acechanzas.
No lo olvidemos!
Diego Acosta