CONGREGACIÓN SÉPTIMO MILENIO

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DEJAR A DIOS?

Profundizar en las enseñanzas bíblicas puede ayudarnos para no caer en los antiguos y renovados errores en que incurrimos los miembros de la especie humana.

Pareciera que siempre hay un momento de ruptura en nuestro interior que nos impulsa a tomar la decisión de abandonar a nuestro Creador.

El impulso en la mayoría de los casos se origina en que nos consideramos lo suficientemente importantes como para establecer nuestras propias normas y desafiar de esta manera al Eterno.

Puede que nos preguntemos: Como es posible imaginar que lleguemos hacer semejante cosa?

No hace falta ahondar mucho en la historia de las relaciones de los hombres con Dios, como para encontrar un ejemplo que es absolutamente rotundo.

Mientras Moisés estaba con Dios no se hicieron los hebreos un becerro de oro?

No fue ese un desafío mayúsculo en medio de una situación impresionante?

Es posible que no pensemos en hacernos un becerro de oro, en un sentido literal. Pero si dejamos que nuestra mente considere la cuestión, podremos apreciar nuestra tendencia a hacernos ídolos o a creer en ídolos de cualquier índole.

Un ídolo es idolatría y es una forma de ofender a Dios y por lo tanto es una forma de apartarnos de ÉL.

Lo grave de esta situación es que cuando llegamos a ella, estamos tan convencidos de nuestras razones, que no somos capaces de apreciar las advertencias de nadie, ni siquiera de aquellas que se originan directamente de la Palabra de Dios.

Un día decidimos dar el gran paso, tomar una actitud de independencia del Soberano y entonces nos dictamos nuestras propias normas, aquellas con las que pensamos que viviremos mejor, que son más apropiadas para el momento que vivimos y que están más acordes con lo que el mundo nos propone.

NO somos capaces que esa es la situación perfecta que busca Satanás para mentirnos primero y destruirnos después.

El enemigo es mentiroso y nos hace creer que somos poderosos y que nuestra dependencia con el Supremo nos perjudica en nuestro desarrollo personal. Pero luego, cuando nos hemos apartado, nos destruye sin ninguna clase de misericordia, con el mismo odio que tiene por Dios.

Dejar a Dios…puede ser una gran tentación y puede ser nuestra ruina. No lo olvidemos!

Diego Acosta

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