Cuando hablamos de este tema, de la corrupción, generalmente utilizamos el plural, dando a entender que nosotros no formamos parte del problema.
En esto pensaba, si yo era o no un corrupto?
La respuesta es francamente alarmante. Sí, yo también soy corrupto.
Constatar esta verdad siempre es bueno, porque significa que estaremos dando los primeros pasos para tratar de modificar nuestra manera de vivir.
Partiendo del principio que para que se concrete la corrupción siempre debe haber dos partes, es muy importante que lleguemos al fondo de la cuestión.
Puede que yo no tenga delante a otra persona, pero lo mismo habrá corrupción en mi corazón, si estoy maquinando cómo hacer para obtener ventajas indebidas.
No hay en este caso otra persona, pero basta con qué en mi corazón haya surgido esa idea, para que comience a ser corrupto.
Me falta la oportunidad para practicarlo, pero ya tengo la simiente de la corrupción. Y esto vale para cualquier otro ejemplo.
Cuando vemos el progreso de los que llamamos impíos, no deseamos en cierta forma ser como ellos, para lograr los mismos resultados?
Eso también es corrupción!
Delante del Eterno debemos proclamar nuestra debilidad para luchar contra la corrupción, la nuestra, la primera, la más importante de todas, porque es la que nos afecta directamente.
No es bueno que hagamos de la corrupción una abstracción, cuando se manifiesta en hechos tan concretos como reprendidos por Dios.
Cada uno debe comenzar su propia lucha personal contra este mal. Entendiendo esto, yo también he iniciado mi lucha, clamando por la ayuda del Señor!
Salmo 14:1
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira