Podemos tener la certeza de que Dios siempre nos habla, ni antes ni después del momento preciso del cumplimiento de sus propósitos sobre nuestras vidas.
Muchas veces nos quejamos amargamente de que Dios está callado con nosotros y que sin embargo, sí habla a otras personas a otros hermanos, pero con nosotros está en silencio.
Y es verdad que esto ocurre porque su trato es diferente con cada uno de nosotros, pero nunca nos debemos olvidar que Él no se olvida de nosotros ni mucho menos nos ignora.
Las circunstancias de nuestras vidas nos hacen olvidar muchas veces que su mano Poderosa está sobre nosotros y nos afanamos en resolver lo que solamente Él puede hacerlo.
Por eso debemos aguardar confiadamente que Dios nos hablará, cuando sea el momento preciso y siempre nos dirá aquello que será lo mejor para nosotros, aunque tengamos dificultad en creerlo.
Debemos esperar confiadamente todo el tiempo que sea necesario, para que Él nos hable, de una manera imprevisible pero siempre confirmando sus palabras. Siempre.
Escuchar la voz de Dios nos ayudará a encontrar el verdadero sentido de sus propósitos para nuestras vidas y debemos de tener la certeza de que su voluntad es la de un Padre bueno con sus hijos.
Jeremías 29:11
Diego Acosta García