Para quienes venimos de otras experiencias que son religiosas, apartarnos de los signos es verdaderamente difícil, pero sin embargo completamente necesario.
La Palabra de Dios nos advierte que no nos hagamos símbolos y esta advertencia está relacionada con las actitudes atávicas de nuestro pasado, que muchas veces nos atraen y nos confunden.
El propio Dios no nos ha dado ninguna imagen física y aunque estamos hechos a su semejanza, esa semejanza es puramente espiritual y por tanto ajena por completo a cualquier forma de símbolos.
Debemos recordar que los símbolos siempre han sido utilizados para identificar opiniones y sobre todo ideologías, que son las que mueven a los hombres en determinadas direcciones.
No fueron acaso los símbolos del imperio romano los continuadores de la simbología griega? No fueron acaso todos esos símbolos los precursores de los que pudimos ver en experiencias religiosas de nuestro pasado?
Aunque nos resulte dificultoso entender, no pensemos que por tener determinadas figuras, representaciones o elementos visuales, estaremos más cerca de Jesús y sus enseñanzas.
Por el contrario, nuestra idea de símbolo debe ser una referencia espiritual que nos alienta a perseverar en nuestro crecimiento y en el cumplimiento de aquellas normas que son tan buenas y fundamentales para nuestras vidas.
2 Crónicas 24:18
Diego Acosta García