El momento de ofrendar es francamente precioso si lo que tenemos en nuestro corazón está en la línea con lo que nos enseñó el Apóstol Pedro cuando junto con Juan, sanaron un cojo.
En esa oportunidad Pedro dijo: No tengo nada, pero de lo que tengo te doy, una maravillosa revelación de su corazón que nos revela lo consciente que era de que las cuestiones materiales no tienen nada que ver con las espirituales.
Muchas veces cuando llega el momento de la ofrenda nos sentimos inquietos, hasta podríamos decir que malhumorados, porque consideramos que estamos obligados a dar de nuestro dinero.
Y más inquietos nos quedamos cuando sabemos perfectamente el escaso dinero que tenemos en nuestro poder y entonces sacamos cuentas acerca de lo que podemos dar y con cuánto nos vamos a quedar.
La ofrenda, no tiene que ser necesariamente de dinero y no nos podemos incomodar por no tenerlo. Pero pensemos: Realmente no tenemos nada para dar si no tenemos dinero?
No tenemos tiempo? No tenemos misericordia? No tenemos amor? No tenemos oídos para escuchar? No tenemos paciencia para el ansioso? No tenemos palabras para quién las necesita?
Como es posible que digamos que no tenemos nada para dar?. Sigamos el ejemplo de Pedro, porque entonces descubriremos que lo que tenemos para dar es mucho más y mejor de lo que nos imaginamos!
Hechos 3:6
Diego Acosta García