Los hombres tememos especialmente a la decadencia, porque la asociamos no solo con la pérdida de poder sino también con el final de nuestra vida.
De allí la importancia que tiene la decadencia en muchos de nuestros actos. Cuando decidimos mal, pudiéndolo haber bien, cuando nos inclinamos a opciones que se presentan como buenas, pero sabemos que no lo son.
Esto fue lo que le ocurrió a Asa rey de Judá, que cuando se vio amenazado por Baasa, rey de Israel, buscó una alianza con el rey de Siria, en lugar de pedir ayuda al Eterno, como debió haber hecho.
Sumó a ese error el hecho de entregar la plata y el oro de los tesoros de la casa de Jehová y de la casa real, para ofrecérselos al rey Ben-adad a cambio de su apoyo contra el rey de Israel.
Jehová delegó al profeta Hanani para reprender Asa por su alianza con Siria. El rey lejos de admitir su error de no haber confiado en el Eterno, confinó a la cárcel a quién había sido su enviado.
Cuántas veces hemos cometido errores semejantes?
Cuántas veces buscamos aliados en lugar de buscar a Dios?
El final siempre será el mismo, tal vez podamos haber logrado algún resultado más o menos propicio, pero nos habremos perdido todo lo que el Eterno tenía dispuesto darnos.
Nuestro final puede ser como el de Asa, que gravemente enfermo de los pies, perseveró en su error de no confiar en el Supremo y dejó que fueran los hombres quienes intentaran sanarlo. Su decadencia estaba llegando.
Aprendamos de las lecciones bíblicas. Sus resultados son inexorables!
Crónicas 16:9
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira
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