En la vida de cada hombre y de cada mujer, cuentan los momentos en que se toman las grandes decisiones.
Como en todo, hay un proceso que cuando termina nos lleva a tomar un rumbo que en la mayoría de los casos puede ser definitivo para el futuro.
Esto tiene validez para muchas cosas:
Casarse o vivir al lado de alguien,
Honrar a los padres o deshonrarlos,
Asumir compromisos o ser abúlicos,
Creer en Dios o negarlo.
En estas como en otras cuestiones, siempre habrá consecuencias que nos dirán si nuestras decisiones fueron las correctas.
A veces elegimos ser cómodos, conformarnos, haciendo lo malo, ignorando a nuestros semejantes, pensando en la futilidad de la vida como algo importante.
Así es como decidimos ser hombres y mujeres de bien u hombres y mujeres amantes del…más o menos. Amantes en suma de la tibieza.
Cuando nos llegue la hora de decidir no lo hagamos por lo más fácil, por lo que resulta más atractivo y buscando la fugaz gloria de la vana-gloria.
Cuando decidimos pensemos en nuestros hijos, en nuestro prójimo, en aquello que el Eterno tiene para cada uno como un Propósito Superior de Vida.
NO importa que seamos o no seamos famosos o ricos o realizadores de grandes Obras.
Decidamos lo mejor: Aceptar lo que Dios nos ha dado para hoy y el resto de nuestros días. Solamente así sabremos que no nos hemos equivocado en lo fundamental.
Josué 24:15
Diego Acosta / Neide Ferreira