La Palabra de Dios es categórica en cuestiones que tienen que ver con la responsabilidad que tenemos, frente a los mandatos con los hombres.
Una de esas cuestiones está relacionada con la advertencia sobre el peligro, que les debemos anunciar a los demás.
Estrictamente es lo que se nos reclamará si no hemos sido eficaces en nuestras manifestaciones, sobre el peligro que pueden correr quienes no son capaces de advertirlo.
Es nuestra misión indeclinable advertir de los riesgos, porque si no lo hiciéramos o no lo hiciéramos convenientemente, seremos responsables de lo que le ocurra a la persona.
Es de tal gravedad este asunto que en el Libro de Ezequiel, en dos Capítulos se enfoca la visión del Eterno sobre aquello por lo que se nos responsabiliza.
En lo personal cada uno debe considerar en profundidad este tema, porque puede afectarnos en una manera casi inimaginable.
Cada vez que leo o que recuerdo este asunto de que somos Atalaya sobre la vida de otras personas, no dejo de tomar conciencia sobre la relación causa-efecto.
Principalmente porque dada nuestra naturaleza, es muy probable que ante un caso concreto, se pueda caer en la tentación de ignorarlo, precisamente para no tener problema con la persona afectada.
Es en ese momento donde debo demostrar cuál es el orden de prioridad que tengo en mi vida, para no buscar acomodarme a lo más fácil o a lo presuntamente más conveniente.
Esto no lo olvido y me planteo la obligación de recordarlo todas las veces que el Espíritu me inquieta, porque es una forma también, de ser Atalaya!
Ezequiel 33:1-9
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira