Preguntaba una señora a que se debía la depresión que no la dejaba vivir?
No somos médicos ni presumimos de sabiduría, pero si somos conscientes de nuestra condición de hijos de Dios y estamos obligados a responder a los planteamientos más difíciles.
Podemos concluir que llegar a un nivel de tristeza extrema, es también llegar a un nivel de preocuparnos demasiado…por nosotros mismos.
Si solamente nos miramos al espejo y solamente deseamos vernos reflejados en él, será muy fácil encontrar razones para la tristeza.
Nada de lo que hagamos nos será suficiente,
Nada de lo que pensemos será lo mejor,
Nada de lo que recibamos nos compensará,
Nada de lo que miremos nos agradará.
Siempre será así: Nada…!
Quién solamente se mira a sí mismo, convierte en enfermiza una forma de egolatría, que en lugar de ser agresiva, se torna en una pérdida total de interés por todo.
Nada será lo suficientemente importante como para desviar nuestra atención de ese objeto tan precioso, tan maravilloso, que somos nosotros mismos.
En el momento en que apreciamos que no somos considerados, como pensamos que deberíamos serlo por nuestros ponderables atributos, nos llenamos de tristeza.
Quienes nos rodean son responsables por no advertir la importancia de quién tienen enfrente y esa falta de consideración se convierte en destructiva.
Tal vez si dejáramos de mirarnos tanto, de considerarnos tanto, advertiríamos que hay a nuestro alrededor personas que precisan de ayuda. De mucha más ayuda que nosotros mismos.
Entonces nuestros dolores serán menos penosos y la mano abierta que extendamos, podrá recibir un gesto de cariño consolador.
Habacuc 3:17-18
Diego Acosta / Neide Ferreira