Resulta muy impactante advertir como alguien que actuaba como si fuera todopoderoso, se convierte de golpe en otro humano más.
Las circunstancias de la vida, enfermedad, pérdida de riqueza o un escándalo, pueden ser suficientes para que veamos caer a estas personas del alto pedestal que ellas mismas se construyeron, alejándose de Dios.
Si en algún momento impresionaron por su poder, por su dominio de determinadas situaciones o incluso de países, cuando descienden casi nadie los sigue.
Pocas cosas hay más inmisericordes que la caída de los poderosos, porque solamente son acompañados por su ego atribulado y por su orgullo venido a menos.
Los que antes eran obsecuentes se alejan lo más rápidamente posible, incluso sin tomarse el trabajo de disimular su actitud de traición.
Es en esos momentos cuando cobra especial significado el mandato de Jesús de amar al prójimo y más al enemigo o como en estos casos, a quienes perdieron su poder.
Por esto resulta patética la imagen de desconcierto que tienen estas personas, porque no entienden como una cuestión humana, los hizo caer del alto lugar en que se encontraban.
Reflexionemos sobre la vanidad, el orgullo, la prepotencia intolerante y la malsana alegría que puede provocar la caída de uno de estos personajes. Aunque sea difícil, debe prevalecer en nosotros el amor y la misericordia!
Job 9:4
Diego Acosta García