En circunstancias muy difíciles como es la partida de un ser amado, hubo una sencillas palabras de despedida que resultan todo un resumen de cómo debe ser nuestra propia vida.
Hay personas que hasta después de partir siguen siendo generosas para con los demás. Sus sencillas obras perduran a pesar de la ausencia.
La frase para recordarla decía: Se fue para el cielo con Jesús, porque ella siempre fue de Él, con tanto amor que ella siempre dio, con corazón de niño, como a Él le agrada.
Confieso que cuando leí la frase pensé: Que bueno sería que en la hora de mi partida se me recordara de esa manera.
Sería bueno porque significaría que quienes estuvieron cerca de mí, tuvieron la convicción de que iría a reunirme con Jesús en la dimensión celestial.
Esa seguridad nace de que según mis obras, es natural que esté con Él!
Y luego la cuestión del amor…tan difícil, tan profunda, tan radical en nuestras vidas. Habremos dado tanto amor para que se nos recuerde con la generosidad con la que lo brindábamos?
La anciana que se despedía sí había dado amor a propios y extraños, en una medida que no fue común y por lo tanto resulta ejemplar.
Y por último algo que siempre viene a mi memoria: Como es mi corazón, es duro como la piedra o es el de un niño como nos pidió Jesús?
El de la anciana era como el de un niño, bueno, sin malicia, sencillo, generoso, profundo, solidario. Por todo esto la despedida de la anciana fue muy especial para quienes la conocieron.
Hubo pesar por la ausencia y una sonrisa por su recuerdo.
Mateo 18:3
Diego Acosta / Neide Ferreira