Tenemos la convicción de que siempre debemos defender nuestra verdad, aunque se trate de hacerlo ante personas que jamás nos creerán. No porque lo que digamos no sea verdadero, sino por causa de su necedad.
Sin embargo insistimos y somos capaces de entablar verdaderas batallas verbales con quienes una y otra vez encontrarán argumentos para negarnos lo que es evidente.
Se trata en definitiva, que nos agotamos en batallas estériles, inconducentes, que no llevan a otra cosa que alterarnos y hasta provocar reacciones que luego lamentaremos.
Jesús debió enfrentar el acoso y la hipocresía de los sacerdotes principales, de los escribas y de los ancianos, que su afán de acusarlo apelaron a toda clase de estratagemas para buscar dejarlo en evidencia.
Jesús usó con Sabiduría una pregunta que los desconcertó pues los llevó a plantearse cuál era la respuesta adecuada. De esta manera los sacerdotes, escribas y ancianos se encontraron frente a una difícil situación.
En nuestra vida de cristianos podemos encontrarnos con situación parecidas, podemos sufrir el acoso de quienes no quieren escuchar ninguna Verdad sino conseguir su propósito de demostrar lo indemostrable.
Por esta razón somos enseñados a no mantener conversaciones que pueden derivar en discusiones que no resolverán ninguna duda y que por el contrario, nos pueden colocar en situaciones indeseadas.
Quién no quiere oír, no oye.
Quién no quiere entender, no entiende.
Quién no busca la Verdad, no la encuentra.
No desperdiciemos nuestro tiempo y seamos sabios e imitadores de Jesús!
Lucas 20:8
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira