Tener o no tener dinero parece ser una de las grandes cuestiones que afrontamos los seres humanos.
Si consideramos que nuestra economía es muy justa, nos quejamos.
Si la economía en cambio tiene grandes evidencias de abundancia, por el temor a perderla, nos quejamos.
Quienes viven consiguiendo el sustento cada día, tienen una triste idea de cómo es su vida. En cambio quienes tienen grandes recursos económicos, no logran tener la alegría de vivir por estar ocupados en aumentar su dinero.
Por poco o por mucho el dinero condiciona el tiempo de las personas que solo conciben la vida, desde la perspectiva económica.
Como nadie está exento de padecer estas situaciones, nos podemos preguntar acerca de por qué recordamos tan poco el pasaje del joven rico, recogido en los Evangelios.
Algunas veces resulta como un obstáculo simbólico que debemos soslayar para seguir adelante con la lectura.
El joven rico que pretendía la vida eterna, quedó muy afectado luego de haber hablado con Jesús sobre esta cuestión fundamental.
El Hijo del Hombre le mandó vender todo lo que tenía para entregárselo a los pobres y que luego de haberlo hecho tomara su propia cruz y lo siguiera.
Sabemos el final de la historia. Para este joven rico eran más importantes todas sus pertenencias materiales, que tener la vida eterna.
Jesús lo amó y dejando claro que no le estaba cambiando la ayuda a los necesitados por la vida eterna. Por eso lo amó, porque advirtió la necesidad del hombre de tomar una gran decisión.
Pero, el joven decidió servir al dinero y no a quién le ofrecía la Salvación!
Marcos: 10:22
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira