Hay algo más peligroso que una disputa?
Pocas cosas, principalmente cuando las disputas se originan en el senado de una familia o en una congregación.
En los dos casos el enemigo saca ventajas ante la falta de discernimiento de quienes llegan a un extremo, del que resulta muy difícil volver.
Por estas razones somos advertidos en la Biblia acerca de la gravedad de las disputas y nos alerta acerca de la necesidad de evitarlas.
Como se llega a una disputa?
En la mayoría de los casos por malentendidos nunca aclarados oportunamente, que por esa misma causa, crecen en los corazones.
Esa raíz que debió ser eliminada con decisión y humildad crece porque le permitimos que lo haga y entonces llegan a los complejos momentos en que puede más el orgullo que la razón.
Lo peor de esta situación, es que tanto en el hogar como en la iglesia, cuando dejamos que el lugar de la disputa sea cada vez más amplio, es muy difícil solucionar la situación.
Pero más difícil es reparar las consecuencias de estos enfrentamientos porque las partes se creen con razones suficientes, como para demostrar que sus criterios eran los válidos.
Por tanto es evidente que la mejor solución es evitar que se llegue a plantear una contienda, por los motivos o las razones que sean.
Nada es más importante que mantener las buenas maneras y sobre todo preparar el corazón, para aceptar que no siempre tendremos la razón en todo.
En la hora de los desacuerdos seamos humildes, hagamos de la Misericordia una herramienta eficaz y oremos. A ser posible…juntos. Para que en el cese de la disputa podamos ver la Obra del Señor.
Proverbios 17:9
Diego Acosta / Neide Ferreira