La idea de construir algo la podemos asociar no solo con cuestiones materiales sino también, con nuestra propia vida como cristianos.
En lo estrictamente personal, comenzamos a construir nuestro edificio cuando dejamos la niñez y transitamos por ese tiempo que llamamos juventud y llegar a esos años de la madurez.
Es en esa época cuando también construimos lo que llamamos el edificio familiar, junto a la mujer que es nuestra ayuda idónea y con el ánimo de ser fieles a los mandatos del Todopoderoso.
En tiempos de Salomón los judíos contribuyeron a levantar el Templo dedicado al Eterno, sabiendo que el rey David no lo podía hacer por tener un pasado de guerras y muerte que se lo impedía.
Construir es una tarea que supone un orden que si se altera puede ser tremendamente grave. Sin sólidos fundamentos nuestra vida, también corre peligros.
Si los cimientos son para una edificación la garantía de su estabilidad futura, la Palabra de Dios es para cada uno de nosotros la garantía de tener una vida en el orden que se nos ha dado.
Por estas razones cuando pensemos en construir algo, reflexionemos acerca de lo que nos proponemos hacer, para que aquello que levantemos sea firme y sólido.
A los judíos se les recordó lo dicho por los profetas y a nosotros se nos manda hacer Memoria de todo lo que se nos ha enseñado.
Así como construimos nuestra vida y nuestra familia, así también contribuyamos a levantar el Reino, para que cada día tenga sentido y esté inspirado en el Todopoderoso.
Zacarías 8:9
Diego Acosta
Música Neide Ferreira