Hace muchos años en una iglesia de la que conservo hermosos recuerdos, el pastor siempre comentaba la historia de su antecesor.
Decía que un domingo faltando minutos para que comenzara el culto, alguien vino con la novedad de que los baños se habían atascado y que estaban inutilizables.
Los miembros de la congregación se fueron informando sobre la novedad y comentando como se haría para solucionar el problema, teniendo en cuenta que era día domingo y que por tanto nadie trabajaba.
Entretenidos con esos comentarios, pasaron muchos minutos y hasta que alguien reparó que el culto no había comenzado y que tampoco estaba el pastor.
Los que habían llegado primero, dijeron que lo habían visto, pero que no sabían dónde podía estar.
Salieron a la calle para tratar de ubicarlo e incluso dieron una vuelta, pero el ministro seguía sin aparecer.
Los miembros de la alabanza decidieron comenzar con su preciosa misión, en medio de una cada vez más creciente expectativa por saber dónde estaba el pastor.
Todo siguió igual, hasta que alguien pensó en ir a los baños y allí lo encontraron. Se había quitado la chaqueta y la corbata y estaba afanado en solucionar el problema.
Le dijeron: Pero pastor…usted debería estar en el culto y predicando, no limpiando los baños.
Mi predicación de hoy es esta: Yo imito a Jesús, que vino a servir y no a ser servido!
Con emoción su sucesor me comentaba, que este había sido el más notable mensaje que había recibido en su vida.
Mateo 20:28
Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
Diego Acosta / Neide Ferreira