Cuando las ocasiones lo demanden debemos abandonar la visión de nuestros problemas personales, de nuestra realidad y centrarnos en aquello que afecta a la sociedad en que vivimos.
Especialmente cuando las circunstancias demandan de parte de las autoridades del país en que vivimos, decisiones que pueden resultar trascendentales para los tiempos futuros.
Pensar en el país como parte de nuestras preocupaciones, es una de las grandes responsabilidades que tenemos quienes hemos sido enseñados en el amor y la misericordia.
No basta con que seamos más o menos buenos creyentes, que cumplamos con nuestras obligaciones más elementales, es importante que contribuyamos con nuestras opiniones y nuestra templanza.
Cuando llega la hora de la confusión o el desconcierto, cuando las grandes cuestiones están poco claras en el país en el que vivimos, esa debe ser nuestra hora.
Actuar con firmeza, con determinación, aportando reflexiones fundadas en las enseñanzas bíblicas, obrando con mesura y con prudencia y por encima de todas las cosas con dominio propio.
Cuando es necesario de olvidarnos de nosotros mismos, es el tiempo de la oración por las autoridades, para que Dios les de sabiduría, entendimiento y buenas razones.
Romanos 13:1
Diego Acosta García