Tal vez por las circunstancias de nuestra vida profesional tuvimos oportunidad de escuchar en muchas ocasiones una frase que nos sigue pareciendo grandilocuente.
Esa frase dice más o menos textualmente: Debo mantener limpio mi buen nombre y honor… Pensándolo bien la sola enunciación del argumento, supone que hay algo que puede oscurecerlo.
Quién habla de la dignidad de su nombre y de su honor, es porque
por alguna circunstancia ha quedado en entredicho desde la perspectiva de los hombres.
Hay millones de personas que nunca han dicho esta frase y tal vez otros muchos que ni siquiera la escucharon alguna vez, por eso su singularidad es manifiesta.
Quienes se preocupan de su buen nombre y honor es porque en algún momento han hecho algo o han participado de algo que puede llegar a ensombrecer tan preciados bienes.
Por qué nos preocupamos por estas cosas? Porque en el mundo esta defensa tiene especiales connotaciones. Se le concede valor a aquello que no lo tiene.
Si pensamos como hijos de Dios, no nos podríamos preocupar nunca por nuestro buen nombre y honor, porque solamente debemos rendir cuentas al Eterno de nuestras conductas. Y solamente Él nos dará la honra.
Proverbios 21:21
Diego Acosta García