Recuerdo que en ese tiempo hermoso en el que los niños admiramos al padre, me producía gran atracción escuchar al mío hablar de un caminito que había en su pueblo, en la inmensidad de la Cordillera de los Andes.
Un tiempo después fuimos juntos de visita al caserío de su niñez y adolescencia. Y con gran expectativa por fin fuimos a su caminito.
No pude disimular mi desilusión al ver aquello que ocupaba tanto espacio en los recuerdos de mi padre. Porque lo que yo veía, era apenas un poco más que una senda.
Pero él me dijo: Lo que ocurre es que este es mi caminito, no el tuyo!
Como es de imaginar recorrimos un buen tramo de aquel lugar tan querido de mi padre, hasta que finalmente regresamos a la ciudad donde vivíamos.
Aquel episodio dejó siempre una huella en mis pensamientos. Pero cuando me dijeron que Jesús era el Camino, entonces mi sorpresa fue tan grande que no pude menos que pensar en lo que había vivido.
Mi padre tenía razón, aquel caminito de sus primeros años era el suyo y el que yo había encontrado, era indudablemente el mío.
Aunque no lo supiéramos los dos tuvimos caminos diferentes, solo que uno era apenas una senda andina y el otro, el definitivo que lleva a la Vida Eterna.
Desde entonces siempre trato de ayudar a quienes confían en su caminito y no vuelven sus ojos hacia el verdadero.
Por muy bonitos que sean nuestros recuerdos, lo importante es el futuro. Y tan importante como eso, es buscar el Camino, que es buscar a Jesús.
Juan 14:6
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira