Somos enseñados que el camino más recto es el que une dos puntos en línea recta y de esta manera se nos explica una realidad que puede tener su respaldo en la práctica.
Estas enseñanzas pueden ser aplicadas en algunos momentos de nuestras vidas, pero con el tiempo llegamos a la conclusión que no siempre la menor distancia es el camino más atractivo.
En otras palabras, descubrimos que hay atajos, desviaciones interesantes, salidas del camino justificadas e incluso descubrimos que en algunas oportunidades hasta podemos llegar a hacer trampa acortando distancias.
Un día nos preguntamos: Cuál es el verdadero camino? Porque ni las más modernas tecnologías pueden ser lo suficientemente precisas para darnos una respuesta que nos sea aceptable.
Luego de mucho andar nos damos cuenta que nos hemos alejado del Único Camino posible, del Camino que es el verdadero porque es el propio Señor Jesús.
Él es el Camino, el Camino cierto el que siempre nos llevará al destino final con rectitud, sin equivocaciones y sin falsas opciones, aunque sea el Camino más difícil, el más estrecho e incluso el hasta el menos atractivo.
El Camino recto no nos permite justificaciones por abandonarlo aunque sea por razones que más o menos podamos argumentar. El Camino recto nos obliga a una vida recta aunque tengamos las tentaciones de los atajos.