Una persona se asombraba por el ritmo de vértigo que tiene el tiempo, pasando tan de prisa que casi no nos permite ni siquiera pensar en lo que ocurre en la sucesión de los días.
Deberíamos recordar que desde el momento en que nacemos, simbólicamente se pone en marcha un reloj que avanza hacia una hora final que no sabemos cuándo se producirá.
Este reloj debería ser el recordatorio de lo que hacemos con nuestro tiempo, que probablemente sea el mayor patrimonio que tenemos a lo largo de todos nuestros años.
Cuando llegue el final no podremos llevar ni riqueza ni tampoco pobreza, por lo que lo único importante que habremos hecho será como utilizamos nuestra vida.
Por eso el tiempo debe ser administrado con la mayordomía más severa para que cuando llegue el Juicio, podamos responder acerca de lo que hicimos con él.
Siempre nos impresionó que alguien dijera que cuando decimos que “estamos pasando el tiempo” no estamos haciendo otra cosa que suicidarnos por algunos minutos.
No nos asombremos por el paso de los segundos, las horas y los días. Ante lo inexorable de esa cuenta atrás, vivamos como nos enseñó Jesús y tendremos la recompensa prometida.
Salmos 34:1
Diego Acosta García