Una niña le contaba a su madre que la maestra le había enseñado que en el otoño llegan los vientos que hacen caer las hojas de los árboles. Y la niña preguntó: Por qué vienen los vientos en otoño?
La madre acostumbrada a las preguntas constantes de su hija, buscó en su memoria una respuesta que pudiera ser comprensible y a la vez que la dejara satisfecha.
La madre comenzó a explicar que las estaciones del año tenían sus características y que en el otoño, los vientos llegaban para que las hojas de los árboles se cayeran.
Esta explicación no resultó convincente y la hija siguió preguntando por el tema. Entonces la madre recordó algo que le había comentado su abuelo, el que se decía hijo de Dios.
Con decisión y recordando las palabras de su amado abuelo, le dijo que cuando Dios creó al mundo estableció leyes y que una de ellas era que el viento ayudara a que los árboles perdieran sus hojas viejas.
La niña ahora sí quedó contenta con la respuesta y le preguntó quién era Dios. La madre en un acto de fe incomprensible para ella misma, le dijo que era quién había creado todo. A los árboles, al viento y a ellas dos.
Jeremías 10:13
Diego Acosta García