Cuando leemos que Jesús pasaba mucho tiempo con sus discípulos, enseñando el Mensaje que traía para la salvación de los hombres, debemos sacar importantes conclusiones.
La principal de ellas es que El Maestro estaba poniendo en práctica lo que se determina en varios pasajes del Antiguo Testamento, donde se insta a los padres a enseñar a sus hijos.
Este énfasis tan rotundo en hablar las cosas relacionadas con Dios, evidentemente no es una opción sino una obligación que debemos asumir con toda responsabilidad.
Si enseñamos a un niño pequeño las cuestiones más elementales sobre Jesús, irá aprendiendo poco a poco, quién era el Salvador, que mensaje nos dejó y que Él es el Camino para la Salvación.
Esto resulta tan importante para su vida como el que aprenda las letras del abecedario, las normas de conducta o lo que significa tener un papá y una mamá en su casa.
Enseñar se convierte en una perentoria obligación, que a su vez demandará que cada uno de nosotros, dedique tiempo a estudiar y a aprender más sobre la Palabra, porque la deberemos enseñar a nuestros hijos.
Enseñemos sabiendo que estamos cumpliendo un mandato y estamos dando a nuestros hijos, la herramienta fundamental para que sean verdaderos hijos de Dios. Tal y como nosotros!
Mateo11:1
Diego Acosta García