Tal vez en el diccionario podría encontrarse como definición para esta palabra: Envanecido, dícese del hombre que está dominado por la vanidad.
Si hacemos un pequeño ejercicio de memoria, rápidamente nos vendrán las imágenes de personas que se encuentran en esta situación.
Cómo son?
Cómo se las distinguen?
Cómo se manifiestan?
Es muy triste, pero la mayoría de las personas que vienen a mi memoria, son todos hombres y mujeres a quienes consideramos hermanos de fe.
Por esta razón debo ser más que prudente en todas las apreciaciones, porque afectan en forma directa a personas que jamás nombraré, pero que sí forman parte directa o indirecta de mi propia vida.
Como se comporta un ser arrogante?
Mirando siempre por encima de nuestros ojos, porque nos considera indignos y por tanto no se rebaja a sostener la mirada con un ser inferior.
También estas personas siempre tendrán un punto de presunción, es decir siempre se considerarán más importantes que cualquier otra.
El detalle identificador será el de su consideración personal, que se supone es tan elevada, que escapa a la capacidad de quienes los rodean, para poder evaluarla o ponderarla.
Estas personas son las que alimentan cotidianamente su propia importancia, con jactancia y prepotencia, valiéndose de la humildad con la que obramos quienes nos consideramos sus hermanos.
Ese espacio indefinido es el que se atreven a operar, mostrando su lado más pérfido, porque utilizan a su favor una actitud que debería ser propia de todos quienes nos llamamos hijos de Dios.
Como debemos obrar con los envanecidos?
Con misericordia y con amor, orando por ellos y por nosotros mismos, para evitar caer en su situación!
Eclesiastés 2:22
Diego Acosta / Neide Ferreira