ENVIDIA

Una persona aseguró categóricamente: Yo no tengo envidia de nadie ni por nada. En ese momento quienes la escuchamos nos quedamos francamente sorprendidos.

Pero casi al momento recordamos cuantas veces esta misma persona había comentado con un cierto tono de frustración, que había otros hermanos que hacían menos y tenían más reconocimiento en la congregación.

En esas circunstancias confrontar su afirmación con su realidad hubiera hecho que la conversación tomara un rumbo no deseado con un final menos deseado todavía.

Luego de algunos días volvimos a conversar sobre el tema y le comentamos que era muy difícil que alguien pudiera afirmar que no sentía envidia por nada ni por nadie.

En el largo proceso de los creyentes hacia la perfección que es el modelo de Jesús, siempre habrá situaciones que nos hagan dudar e incluso que nos aparten momentáneamente del Camino.

Pero siempre volvemos porque la Gracia está sobre nosotros y nos ayuda a reflexionar sobre nuestra naturaleza humana y las reacciones que son propias de nuestra condición.

La persona escuchó estas reflexiones no como una acusación sino como una confesión de nuestra parte por los errores cometidos y también por los fallos evidentes que tenemos.

Coincidimos en ese momento en la necesidad de preservar nuestro corazón de todas las amenazas de nuestra carne, para que nada nos aparte del Señor con la ayuda imprescindible del Espíritu.

Proverbios 23:17
Diego Acosta García

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