La complejidad maravillosa del cuerpo humano revela la magnitud asombrosa de su Creador. Esa complejidad tiene su demostración entre otras cosas en el sentido del equilibrio.
Jesús cuando dijo que nos dejaba su paz, en realidad estaba dejando su Shalom, que es la expresión que precisamente representa el equilibrio fundamental en las personas.
Por eso dijo que su paz no era como la del mundo, sino la que Él podía darnos. Es decir el equilibrio proviene de la armonía entre lo que es lo material con lo que es espiritual.
Siempre ha sido difícil vivir. En los tiempos del ministerio terrenal de Jesús y a lo largo de la historia, los hombres hemos tenido dificultades para ser fieles a vivir como hablamos.
Sin embargo la cuestión del equilibrio nos tiene que hacer reflexionar acerca de cómo son nuestras decisiones cotidianas para qué siempre tengan el único propósito de servir.
Quizás esa sea la clave del equilibrio: Estar dispuestos a servir en toda circunstancia y lugar, con independencia de nuestros intereses y de nuestros gustos personales.
Seamos responsables de nuestro propio equilibrio buscando la armonía imprescindible entre lo que quiere el Señor que seamos y nuestras actitudes cotidianas.
Juan 14:27
Diego Acosta García