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Hay una tendencia generalizada a creer que las advertencias contenidas en la Palabra de Dios no nos afectan, que están dirigidas a otras personas y por lo tanto quedamos al margen de sus consecuencias.

Esta reflexión se origina en la afirmación de un amigo que decía con sencillez, que todas las personas que pudiéndolo ayudar en sus necesidades, nunca lo hicieron, tuvieron problemas de todo orden, comenzando por lo económico.

La mano abierta o la mano cerrada, tiene un alto valor delante de Dios!

Muchos pensamos que la persona que nos demanda ayuda, lo hace porque sabe que estamos en condiciones de brindársela y porque además, no se esfuerza para cubrir sus propias necesidades y busca aprovecharse de nosotros.

Esta ligereza de pensamiento para encontrar excusas para no ayudar, no siempre son valederas y nos olvidamos de lo principal. No se trata de que hagamos una evaluación de lo que suponemos es la vida de la otra persona.

Por qué juzgamos a quién nos pide ayuda?

Es esto lo que nos enseñó Jesús?

Estas preguntas exigen una respuesta directa, contundente, no argumentos elaborados que nos permitan eludir la responsabilidad que tenemos. Nunca sabremos realmente las razones por las que alguien pide.

Siempre debemos tener siempre presente nuestra obligación de ayudar!

Quién pide ayuda sin necesitarlo, se está colocando delante de Dios por su actitud. Y quienes pudiendo ayudar no lo hacemos, también nos estamos colocando delante de Dios por nuestra mano cerrada que refleja la dureza de nuestro corazón.

Mateo 25:35-36

Diego Acosta
Música: Neide Ferreira

www.septimomilenio.com

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