Puede que resulte muy difícil encontrar personas que en algún momento de su vida, no se hayan planteado que lo que ellos preferían fue distinto de lo que Dios decidió.
Esas diferencias determinaron situaciones muy complejas, porque los deseos personales no siempre se comparecen con Sus Propósitos.
Y esto ocurre porque a pesar de que sabemos que no es lo correcto, vivimos pensando en lo que los demás pensarán de nosotros.
Estamos más pendientes de las opiniones de la gente, que de lo que piense el Poderoso!
En esta cuestión puedo hacer memoria de la experiencia personal que provocó un auténtico sismo en mi relación con el Eterno.
Digo sismo porque nunca me imaginé que podría presentarse una situación tan difícil, como la que tuve que asumir a causa de mis actitudes erradas.
Hubo un tiempo en el que yo pensaba que no había nada más importante que mi ministerio. Incluyendo podría decir que a la casi totalidad de los restantes ministerios personales.
Esto que puede parecer una locura, quizás sea más común de lo que nos imaginamos, porque forma parte de la naturaleza humana creerse más valioso y más sabio…aún delante del propio Todopoderoso.
Lo que duramente aprendí es que basta un solo gesto del Omnipotente para que toda esa imaginería torpe y banal, quedara reducida a nada.
Ni yo era importante ni mi ministerio era lo que yo pensaba!
Los designios del Padre son siempre superlativos, siempre por encima de la imaginación del que se cree más sabio o más indispensable.
Aprendamos a vivir con humildad y alegría, aquello que es el Propósito de Dios para cada uno de nosotros.
Proverbios 16:2
Diego Acosta / Neide Ferreira