Deberíamos saber que en determinadas ocasiones es necesario mantener la calma y ser prudentes para valorar lo que está ocurriendo y sobre todo para tomar determinaciones.
La calma y la prudencia también la podemos interpretar como dominio propio, para no cometer errores de apreciación que nos puedan llevar a situaciones más difíciles todavía.
Es evidente que las pruebas que debemos afrontar son tan necesarias como los buenos momentos que también debemos disfrutar, siempre sabiendo que tanto unas como otros, son obras del Eterno.
Si no tuviéramos pruebas difícilmente podríamos crecer como se nos reclama y si no tuviéramos alegrías, estaríamos incompletos desde la perspectiva de seres humanos que somos.
Por tanto en la hora de la prueba, con toda mesura escudriñemos lo que nos está ocurriendo y oremos fervientemente para que nos sea mostrado el propósito que tiene.
No nos abandonemos al fatalismo o a la rebelión, todo lo contrario oremos por Misericordia y también por Sabiduría para que salgamos fortalecidos y renovados luego de la dificultad.
Nadie sabe más de nosotros que el Señor y nadie como Él para saber cuáles son los límites de nuestra capacidad de soportar la adversidad. Clamemos y confiemos en su Amor y honremos su Soberanía.
Santiago 1:2
Diego Acosta García