Un rasgo característico de cómo son nuestras actitudes, es que generalmente esperamos de los demás, mucho más de lo que verdaderamente nos pueden dar. Esperamos, la mayoría de las veces sin resultados!
Sería importante preguntarnos por qué esperamos la ayuda del prójimo? Por qué no asumimos nuestras responsabilidades en plenitud y y evitamos ser dependientes de nadie?
Esperar significa entre otras cosas tener una actitud eminentemente pasiva, sin capacidad de reacción frente a nuestras propias necesidades.
Recordamos de manera especial que todos los discípulos que llamó Jesús, no eran seres pasivos, eran hombres que trabajaban para cubrir las necesidades de sus familias.
Tal vez de tanto esperar se nos apaga la capacidad de esforzarnos, se nos acaba la capacidad de tomar decisiones que puedan romper con el círculo de esperar-desesperar.
Del mismo modo que tenemos esta actitud de esperar, puede ocurrir que Dios también nos esté esperando. Y mientras pensemos en que los demás nos deben ayudar, Dios está esperando para que ayudemos a quienes lo están necesitando.
La espera también puede relacionarse con la prudencia y es bueno que así sea. Pero no es menos cierto que es muy grave que nos pasemos la vida esperando. Habremos dejado pasar parte de nuestra vida sin hacer nada y habremos dejado pasar oportunidades sin tomarlas.
Pensemos sobre esta cuestión de esperar. Pensemos en el origen de esa espera y tratemos de cambiar de actitud. Dios también nos espera y nos espera para que hagamos lo que debemos y para que recurramos a Él.
Salmos 52:9
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira
