En la ciudad donde vivimos los primeros vientos frescos están anunciando el breve otoño que precede al riguroso invierno, con la nieve, la lluvia y las muy bajas temperaturas.
Pero, mientras tanto podemos disfrutar del maravilloso tiempo en que los árboles antes de perder sus hojas, las cambian de los colores verdes rutilantes a los rojizos y amarillos.
Todo forma un espectáculo que nos revela la grandiosidad de la Creación ante sus más sencillas formas de vida. Lo mismo podrán decir quienes viven en los lugares de la primavera comienza a anunciarse con su colorido.
Semejante armonía puede provenir de un sencillo ruido, como se nos dice? No será que el Eterno creó todo con una armonía inimaginable para que los hombres podamos disfrutar todo el año de los frutos para comer?
Por qué hay invierno y hay verano? Por un simple capricho o por una Sabiduría ajena a la capacidad humana? No obstante habrá quienes sigan insistiendo en creer en teorías que nunca se comprobarán.
Todo el espectáculo de la naturaleza es un excelente instrumento para ejemplificar por qué creemos en Dios y por qué creemos que la Naturaleza lo representa en su Grandiosa complejidad.
Enseñemos a nuestros hijos como la Creación manifiesta la existencia del Eterno aún en sus más simples detalles. Miremos los árboles y ellos nos darán otra gran lección sobre el Señor!
Isaías 55:12
Diego Acosta García