DEVOCIONAL
Una amiga comentaba su tremendo enfado y estupor, por algunas cosas que estaban ocurriendo y que afectaban negativamente a sus hijos.
Ella no concebía como se pretendía quitarle a los padres el poder de decisión sobre la forma de educarlos y sobre todo, como se pretendía cambiar lo bueno por malo.
Esta señora no es creyente, pero coincidía en muchas de las afirmaciones que planteamos quienes nos llamamos hijos de Dios. Algo natural, cuando se unen los pensamientos en torno a los Mandatos del Señor, aunque no se lo conozca o reconozca.
Mi respuesta a este encendido alegato, estuvo dirigida a confirmar lo que ella tenía en su corazón, explicándole que eso era exactamente lo que el Eterno demandaba de los padres.
No solo el derecho sino también la obligación de formarlos sobre los principios fundamentales del Supremo: Hombre y mujer, convertidos en una sola carne en el matrimonio.
Cuando se pretenden otras alternativas, se violentan principios y se desafía a Dios, que no tolera la rebeldía de los humanos y tiene especial cuidado por los más débiles de la Creación.
Mateo 11:25
En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños.
Mateus 11:25
Naquele tempo, respondendo Jesus, disse: Graças te dou, ó Pai, Senhor do céu e da terra, que ocultaste estas coisas aos sábios e instruídos e as revelaste aos pequeninos.
Diego Acosta / Neide Ferreira