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El último atentado contra la vida de una persona judía, se perpetró en París, provocando una responsable reacción de los ciudadanos franceses.
Dos musulmanes al grito de alá es grande, asesinaron a una mujer de 85 años, minusválida, por la presunción de que por ser judía debería de tener dinero.
La cuestión es que Mireille Knoll, era judía pero pobre y vivía en un humilde piso del Distrito 11 de la capital francesa.
Las expresiones de condena fueron relevantes y contaron incluso con la adhesión del Presidente Macron. La Marcha Blanca de ayer en París, fue una muestra elocuente de la preocupación por el antisemitismo.
Según la entidad que representa a los israelíes en Francia, en los últimos diez años más de 60 mil judíos abandonaron el país ante la violencia que se ejercía sobre ellos.
Esto representa más del diez por ciento de la actual población judía en el país, que supera el medio millón de personas.
También se han hecho públicas las peticiones de las entidades judías de Gran Bretaña y Alemania, reclamando por el continuo crecimiento del antisemitismo contra sus comunidades.
La realidad suele ser perturbadora y molesta, pero es la realidad. Europa se enfrenta a otro grave dilema en su larga existencia. Y las respuestas deben ser concretas, como lo es el antisemitismo.
Diego Acosta