Un domingo por la mañana seguí durante un cierto trecho a un padre que evidentemente iba con su hija. Todo parecía indicar que era el día en que debía recogerla, según el acuerdo de separación o de divorcio.
La niña decía a cada propuesta del padre: Mamá no quiere, Mamá no me deja, a Mamá no le va a gustar que le cuente…
En un momento dado pude ver la cara del padre y su profundo desconcierto y también su gesto de tristeza. El encuentro con su hija no estaba resultando como había esperado.
Oré en silencio por ellos, por el padre, la niña…y su madre, la gran ausente.
No pude menos que quedar embargado por un sentimiento de pena ante este drama, que lamentablemente con algunas variantes, se ha de repetir constantemente.
Entonces me pregunté: Y la familia?
Seguí orando clamando por consuelo al padre, por la actitud dominante de la madre sobre la niña y por el futuro incierto que tenían: Una hija de padres separados.
Me vino a la memoria todo lo que la Biblia nos advierte con relación a la familia y el cuidado que debemos de tener, para conservarla y para preservarla de las acechanzas.
Y pensé: Antes que lamentar estas situaciones es mejor construir con fundamentos, como los de la Palabra de Dios.
No basta el encandilamiento, la atracción o los sueños. Todo eso por bonito que sea, es efímero. Lo sólido es tener la certeza de que la familia que estamos por iniciar, es la familia que Dios desea que tengamos.
Salmos 133:1-3
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira