La vida de los humanos es pródiga tanto en éxitos como en fracasos. Profundizando mínimamente en la cuestión, resulta evidente que es lógico que sea de esta manera.
Los éxitos son el producto de los esfuerzos y los fracasos de los afanes!
Los hombres siempre estamos dispuestos a hacer lo que sea necesario, para lograr sobresalir en la dura selva que es el mundo de los humanos.
Los límites a esta manera de comportarnos son muy tenues, porque es una actitud natural que tratemos de distinguirnos por alguna causa, casi sin importarnos cuál.
Lo cierto es que viviendo en el mundo, difícilmente podríamos tener conductas diferentes a las que enunciamos.
Todo esto lo comencé a pensar cuando advertí que estaba haciendo lo mismo que me sorprendía e incluso me molestaba.
Estaba formando parte de esa masa que se mueve insolidaria e inescrupulosa, porque pensaba que según mis méritos mi situación tendría que ser diferente.
Es decir, debería estar mejor de lo que estaba según los medios que utilizaba para medir mis capacidades y las ajenas.
Típico error que cometemos cuando nos olvidamos que hemos sido Creados diferentes y con Propósitos diferentes y por tanto, somos valorados de una manera distinta por el Eterno.
Tengo que tener sumo cuidado para no caer en la necedad de considerarme superior y no cometer el error de juzgar a los demás, por mi propia medida.
Esto también forma parte de las cotidianas luchas de los hijos de Dios.
Romanos 1:22
Profesando ser sabios,
se hicieron necios.
Diego Acosta / Neide Ferreira