Causa mucha tristeza comprobar cómo hay hermanos que inician con entusiasmo su colaboración en la Iglesia y poco a poco van perdiendo esa energía.
Lo más grave es que junto con la pérdida comienza a percibirse una apatía que es sumamente perjudicial, primero para ellos mismos y luego para quienes les tomaron como ejemplo.
En estos casos es importante preguntarse: Que sucedió con los hermanos? El trabajo en la Iglesia es singular, no es como todos los trabajos porque estamos sirviendo al Señor.
Por tanto todo lo que hacemos o lo que dejamos de hacer tiene una directa relación con Él. Distinto es cuando trabajamos para buscar notoriedad o para buscar reconocimiento.
Y queda otra explicación genérica más: Muchas veces trabajamos en la medida de nuestras propias fuerzas. Es decir: No confiamos en la dirección ni en la ayuda del Espíritu, solamente obramos con nuestro ímpetu.
En esta última situación la apatía sobreviene rápidamente porque nos agotamos, nos cansamos. Cuando ocurre esto? Cuando no vemos los frutos del trabajo y el reconocimiento que esperábamos.
Si trabajamos para el Señor, el único reconocimiento que podemos esperar es el Él nos concederá. Así evitaremos el cansancio, el desánimo, la pérdida de interés. Con nuestras fuerzas, solamente nos serviremos a nosotros mismos!
Proverbios 9:12
Diego Acosta García
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