La ambigüedad que parece dominarlo todo y explicarlo todo, ha llegado también hasta nuestra forma de comunicarnos más elemental: La expresión oral.
Hablamos y hablamos, pero no decimos nada y lo poco que decimos es bastante difícil de entender, porque somos deliberadamente ambiguos.
Bien puede ocurrir que en una misma frase, seamos capaces de incluir conceptos contradictorios, por lo que cada vez resulta más difícil la interpretación de lo que hemos afirmado.
La Biblia fuente de toda Sabiduría nos alerta acerca del doble ánimo, con el evidente propósito que nuestras palabras evidencien verdaderamente lo que pensamos.
Que lejanos nos parecen los tiempos en los que un sí quería decir si y un no, por supuesto un no. Ahora no sabemos si esta elemental transparencia sigue teniendo el mismo valor.
Jesús siempre fue rotundo en sus afirmaciones. Cuando tuvo que hablar con Amor, habló con Amor. Cuando tuvo que hablar con firmeza, llamó hipócritas a los discípulos, que eran sus más cercanos seguidores.
Llamaríamos hoy hipócrita a alguna persona?
Lo más probable es que no.
No porque no lo pensemos y mucho menos porque no lo sea, sino porque nuestras palabras siempre encierran esa doble intención para decir sin afirmar y para negar sin decir.
Un juego de palabras más o menos afortunado siempre nos parecerá más acertado que una respuesta categórica, porque tenemos el argumento de no herir a la persona que nos escucha.
Seguramente más heriremos al prójimo, si le negamos la rotundidad de una afirmación, que la mentirosa ambigüedad que esconde nuestro real pensamiento.
Siempre tendremos al Eterno por testigo!
Mateo 5:37
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira