Conocimos la historia de un hombre que sabiendo que estaba llegando al final de su vida, se puso a pensar en todas las cosas que todavía no había hecho.
Luego de muchos años de luchas cotidianas, comprendió que a pesar de todo lo que había vivido, aún le restaban cosas por hacer, seguramente más importantes que todas las anteriorres.
Haciendo memoria advirtió que todos sus afanes se habían centrado en los logros personales, eso que los humanos llamamos éxito o la conquista de poder.
Abrumado por estas evidencias decidió que los últimos tiempos de su vida los dedicaría a hacer cosas que nunca había hecho, a brindar cosas que nunca había dado a los demás.
Y desde ese punto de partida comenzó a tener actos de amor hacia las personas que lo rodeaban, que se traducían en abrazos, palabras amables, actitudes amistosas.
Esta persona no era creyente, era un hombre que como casi todos los hombres había tenido que enfrentar las adversidades cotidianas con sus propias fuerzas, sus propias habilidades.
Solamente que en el final de su vida había comprendido que había un Ser superior que le reclamaba que brindara lo mejor que tenía, que era su amor por los demás. Y en eso encontró el verdadero gozo!
Romanos 5:5
Diego Acosta García