En la diaria lucha contra la vanidad personal, a veces recibo una ayuda que me alienta y me reconforta, porque comprueoba que aunque difícil, es importante combatir el ego.
Lamento no haber recordado el nombre de quién tuvo la visión de hablar de las palabras hirientes que pronunciamos y de los efectos que producen.
Y en esto consiste la ayuda en la lucha contra la vanidad. Siempre hay personas que contribuyen a que no nos consideremos los únicos talentosos, capaces y bendecidos por Dios.
La frase a la que aludo habla de que las palabras hirientes quedan estancadas en el corazón de las personas que las reciben.
Impresionante revelación!
Todo lo que nos causa dolor, es como si quedara grabado en nuestro corazón y también en nuestra mente. Es una marca muy difícil de borrar, como no sea por la Misericordia del Único Misericordioso.
La frase a la que aludo habla también que son las frustraciones personales las que nos hacen decir cosas hirientes.
Y esas frustraciones son las que nos alejan de las bendiciones que Dios tiene para cada uno de nosotros.
Pienso: Y por qué una palabra hiriente, originada por una frustración, me aleja de las bendiciones del Eterno?
Sencillamente porque nuestro corazón está ocupado en malas obras y por tanto no es capaz de prepararse para cuando llega el bálsamo de la Bendición del Creador.
Cuando nos escuchemos decir algo fuera de lugar, más precisamente algo hiriente, no dudemos un instante en orar pidiendo al Soberano que nos conceda Sabiduría, para saber por qué estamos obrando de esta manera.
Las palabras ofensivas de maldad son destructoras. En primer lugar, para quién las pronuncia.
Santiago 5:16
Diego Acosta / Neide Ferreira