Tenemos una cierta tendencia a descalificar a quienes no son creyentes como nosotros y además, a descalificar a quienes tienen un escaso nivel de estudios.
Estas tendencias cuando son concurrentes pueden provocar situaciones inesperadas, porque nos puede sorprender que una persona que ni es creyente ni tiene estudios, pueda llegar a ser muy sabia.
Esto viene a propósito de que un cierto día leímos una publicación muy doméstica, en el que una persona que conocíamos, reflexionaba acerca de las enseñanzas del Señor Jesús.
Primero tuvimos curiosidad y luego respeto por la profundidad de los pensamientos de este hombre, a pesar de no ser un creyente y de sus limitados recursos tanto idiomáticos como gramaticales.
Pero nos preguntamos: acaso importan esas limitaciones? Descalifican o desmerecen los pensamientos fundamentales que manifiestan? Por qué no aceptamos lo principal y dejamos de lado lo irrelevante?
Estamos llamando la atención sobre la importancia que tiene para nuestra vida de creyentes el estar atentos a los mensajes que escuchamos para mantener viva la necesidad de aprender lo bueno.
Con esto queremos afirmar también la necesidad que tenemos de estar atentos para descartar lo malo, principalmente cuando el mundo trata de imponernos sus pensamientos.
Los hombres de buen corazón, sean sencillos o no, sean creyentes o no, están más cercanos a aceptar el mensaje de Salvación y por tanto debemos ser pacientes y amorosos con ellos para que nos puedan escuchar.
Romanos 2:13
Diego Acosta García