Hace algún tiempo me encontraba afanado en la búsqueda de algunas precisiones relacionadas con un determinado momento de la vida de Martin Lutero.
Mi afán llegó a convertirse en casi una obsesión, cuando un día vino a mí memoria el recuerdo de una frase que siempre me llamó la atención.
Explicaba la frase que un buen navegante, frente a una gran tormenta, nunca busca demostrar su sabiduría, sino su prudencia.
Me pregunté: Y que tiene que ver un navegante con Lutero?
En principio nada.
Pero en el fondo, si tenía muchísimo que ver para el momento que estaba viviendo. Yo era otra clase de navegante: La de aquellos que ante una gran tormenta, quieren mostrar que son sabios y corren el riesgo de naufragar.
A un hombre prudente, se le reducen considerablemente las posibilidades de hundir su embarcación, porque no correrá riesgos por la mera vanidad de exhibir sus conocimientos.
Seguí pensando y se me fueron aclarando las ideas con relación a mi propio comportamiento. Para que deseaba saber más sobre el iniciador de la Reforma?
Tuve que reconocer que esa búsqueda estaba basada en la íntima vanidad de demostrar mi conocimiento ante quienes tengo la certeza, saben menos que yo.
Tenía pensado dejar expuesta su ignorancia y exhibir mi sabiduría!
Pero la historia del navegante me hizo recapacitar y pedir perdón por mi vanidosa intención. Que pobreza de espíritu es demostrar sabiduría, ante quienes saben menos que uno!
Lo más penoso del caso, es que esa búsqueda, no contribuía en nada ni a edificar ni a edificarme. Era pura vanidad.
Y lo peor de todo: Esa pretendida búsqueda de sabiduría, me estaba colocando como ignorante, delante del Padre!
1 Corintios 3:18-20
Diego Acosta / Neide Ferreira