Son tantos los mensajes que nos dejó Jesús sobre los tiempos finales, que sorprende como mucho de quienes nos llamamos sus seguidores, mantengamos una actitud de total indiferencia.
Se podrá argumentar que esta frase es francamente tremendista y hasta alarmista!
Pero, haciendo un frío examen de nuestras actitudes comprobaremos como el mensaje del Evangelio languidece, en medio de congregaciones cada vez más preocupadas en vanalidades.
Quienes leemos con atención todo lo que se escriben nuestros hermanos, podemos comprobar cómo diariamente, preocupa más el quienes somos que lo que hacemos.
La vanidad nos domina de una manera tan grande, que hemos olvidado que Jesús no nos mandó que seamos exitosos y hombres meritorios, de grandes templos y milenarias congregaciones.
Nos mandó preocuparnos por los humildes, por los más débiles, por buscar a los perdidos y por ayudar a las viudas y a los huérfanos.
Es tan serio lo que estamos haciendo, que este pequeño resumen de mandatos, parecen de otro tiempo y destinado a otras personas.
Sin embargo, lo grave es que estos mandatos están rigurosamente vigentes y nos tienen por destinatarios como lo fueron los miembros de la Iglesia de Sardis.
Es en vano que tratemos de encontrar disculpas o esgrimir razonamientos sobre los tiempos distintos o las circunstancias diferentes.
La Palabra de Dios es viva, ha sido y será Inspirada por un Pensamiento Eternal, que nos concierne a todos los hombres.
Por añadidura podríamos decir, que en estos tiempos tan complejos y difíciles, más que nunca debemos aferrarnos al supremo valor de la Palabra, para vivir con dignidad nuestra condición de hijos de Dios.
Apocalipsis 3:3
Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.
Diego Acosta / Neide Ferreira