Con cierto desasosiego una persona reflexionaba acerca del estado de su congregación, preocupada por la creciente influencia del mundo en muchas de las actividades que se desarrollaban.
Esa peligrosa influencia del mundo en el interior de una congregación, no solo debe ser evitada sino que debe ser enfrentada con la mayor prudencia y con la máxima firmeza.
No se trata de provocar un mal mayor que el que combatimos. Se trata de recuperar la orientación que dejó Jesús a su Cuerpo, para que entre todos nos hagamos responsables del futuro.
La mala influencia mundana se filtra en las congregaciones, porque cada uno de nosotros va permitiendo en su vida privada que el mundo también haga su trabajo.
Por esta razón es que no nos sorprende que en la congregación se hagan y se digan cosas, que en nuestra vida personal hacemos y decimos cada vez con mayor naturalidad.
Estamos llegando al tiempo en el que el amor de muchos se enfriará y es necesario que recordemos esta advertencia de Jesús, para que nada nos sorprenda y nos afecte.
Muestra misión es permanecer fieles al mandamiento que recibimos, aunque a nuestro alrededor las malas influencias causen estragos. A cada uno se le reclamará su parte de responsabilidad.
Isaías 18:3
Diego Acosta García