Resulta conmovedor comprobar lo que ocurre cuando abandonamos la gran preocupación que tenemos por nosotros mismos y dirigimos nuestra atención hacia quienes nos rodean.
Especialmente aquellos que se encuentran en necesidad, atravesando situaciones difíciles o soportando los duros y necesarios momentos de la prueba.
Es en esas circunstancias cuando intercedemos por los demás, abandonando la obsesiva preocupación por nuestros propios intereses.
El Poder de la Oración es tan tremendo, que cuando lo utilizamos clamando por Misericordia por los demás, es impresionante como podemos apreciar la presencia de Dios en la vida de los demás…y en la nuestra.
Esto lo pude comprobar cuando hice exactamente lo que debía hacer: Orar intercediendo por la necesidad de un hermano.
Tiene algún mérito orar por los demás?
Ninguno, pues estamos haciendo lo que debemos, con el agregado que esa intercesión se une a la de otras personas que están orando por un mismo motivo.
El día que el Espíritu me tocó poderosamente para interceder, algo muy importante ocurrió en mi vida, pues quedó atrás la alta dosis de egoísmo que había en mi interior.
No es que ahora haya dejado de ser egoísta, pero pienso menos en mis circunstancias y más en la de quienes me rodean. Y aún de aquellos a quienes no conozco, pero tengo la certeza que precisan de oración.
El Todopoderoso escucha las oraciones, pero de manera singular las que levantamos intercediendo por los demás, porque no estamos pidiendo nada que sea de nuestro interés personal.
Cada intercesor que se levanta, es un clamor que llega hasta el Eterno, buscando su Misericordia y su Amor!
Hebreos 7:25
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira