Observando los grandes hombres del pasado reciente y sus ministerios, podemos sorprendernos como la mayoría de ellos dejaron grandes testimonios de auténtico servicio al Señor, lejos de apetencias personales.
Esta observación contribuye a desvirtuar lo que podemos apreciar de hombres que se consideran con grandes ministerios, grandes obras, grandes éxitos, siempre personales, como si el servicio al Señor, fuera una forma de triunfo individual.
Jesús advirtió sobre el final de los tiempos que tuviéramos cuidado para no ser engañados y precisamente ese afán por la trascendencia es el que lleva a dudar, con relación a quienes son hombres exitosos.
Pareciera que la vana-gloria de un triunfador con el Evangelio es razón suficiente para que lo consideremos y le apreciemos como un auténtico siervo. Precisamente una de las condiciones de los siervos, es servir y no servirse.
Por eso Jesús nos advirtió que tengamos cuidado para no ser engañados.
Cuando advertimos la jactancia de algunos líderes exitosos, debemos comenzar a tener en cuenta como son sus hechos y si se corresponden con sus palabras.
Las grandes demostraciones de notoriedad, de ampulosidad, de actuar como auténticas estrellas evangélicas, nos debe llamar a la reflexión y considerar y escudriñar como estos comportamientos resisten el cotejo bíblico.
La jactancia es uno de los indicadores de que hay algunos rasgos de los triunfadores evángelicos, que contradice con los valores esenciales que nos enseñó Jesús. La jactancia se opone a la humildad, a la honradez, al servicio verdadero.
Seamos celosos defensores del mensaje del Evangelio y no nos dejemos engañar!
Mateo 24:4-5
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira