Una de las formas de entretenimiento en las reuniones sociales, es la de practicar distintos juegos que tienen su atractivo y su razón de ser en la astucia o la picardía.
Entre esos juegos hay uno que tiene la singularidad de ser llamado…el de la verdad. Una curiosa forma de denominar a una diversión que se basa en la mentira y en descubrirla.
Jugar con la verdad puede resultar muy atrayente, pero si profundizamos un poco en la cuestión podremos advertir que tiene su parte de riesgo.
La Verdad es uno de los principios de la relación entre los seres humanos. Tanto, que es uno de los mandamientos dados por Dios a los seres de su Creación.
Tan relevante es que las referencias a la mentira son constantes, para destacarnos la gravedad que tiene para los hombres su uso.
Podríamos preguntarnos: Es lícito mentir para jugar?
Tal vez esta sea una pregunta-trampa, porque también podríamos plantearnos: Hace falta jugar con la mentira para entretenerse?
Por muy graciosas que puedan resultar las situaciones que se derivan de las mentiras, siempre serán mentiras las que provoquen risas y situaciones confusas.
El acostumbramiento a la mentira, nos puede llevar a un terreno peligroso. Un día podremos creer que si hemos jugado a la mentira, por qué no mentir cuando no jugamos?
Con nuestra marcada tendencia a la simplificación podremos afirmar, que eso no ocurriría nunca. Lo que sucede es que esta afirmación no tiene mucho sustento, si hemos creado un cierto hábito con la mentira.
Nunca debemos olvidar quién es el padre de la mentira!
Proverbios 20:17
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira